domingo, 23 de diciembre de 2007

Tenemos derecho a discriminar

Aprendí a discriminar por consejo bíblico y como buen creyente lo aplico en la vida, pues enseña que debemos “separar la paja del trigo”, o sea distinguir entre lo bueno y lo malo, aunque también me enseñó a perdonar y lo hago sin chistar En política me enseñó a discriminar el Gral. Perón, pues él sostenía: “ ni yankees ni marxistas; peronistas”, José Hernández, en su Martín Fierro sostiene: “ por igual es tenido/ quién con malos se acompaña”, ya en el siglo XX, Discépolo, satirizando la igualdad dice en su Cambalache “da lo mismo un burro/ que un gran profesor”. Desde épocas inmemoriales, pasando por Jesucristo a nuestros días, la tendencia fue discriminar. EL punto es que discriminar.
Uno a veces se pregunta: discriminar, ¿está bien o está mal?
Toda respuesta rápida e impensada manifestaría que no está mal, sino que no corresponde.
Y la argumentación inmediata relacionaría a la discriminación con el racismo, con la existencia de privilegios, con las violación de los derechos humanos, con las preferencias sexuales, etc. Sin embargo esto no siempre es así. La diferencia está en la pregunta; discriminar no es la pregunta; la pregunta sería: que se discrimina y cuando.
Habitualmente el uso del término supone un menosprecio o que esconde por lo menos una subestimación por lo discriminado. Pero aún en ese sentido, lo importante no es discriminar, sino qué se discrimina. Intentamos reivindicar nuestro derecho a discriminar:

Discriminamos a quienes usan el poder para consumar sus apetitos personales.
Discriminamos a quienes no respetan la voluntad de las mayorías.
Discriminamos a quienes borran con el codo lo que han escrito con la mano.
Discriminamos a los torturados, los que se apropian de niños y maltratan a los ancianos.
Discriminamos a los abusadores de niños, a los pederastas
Discriminamos a los torturadores y asesinos de niños.
Discriminamos a los dictadores que luego son funcionarios.
Discriminamos a los que tienen de sobra y no sienten culpa por eso.
Discriminamos a los gobernantes que llegan con promesas y se van con excusas.
Discriminamos a los traidores de la patria, a los cipayos y los mercenarios.
Discriminamos a los que creen que todo tiene precio, incluidos los valores morales.
Discriminamos a la indolencia del dolor ajeno y el aborto
Discriminamos a la cultura ligth y al razonamiento mercantilista como religión.
Discriminamos al hipócrita, al mentiroso, al estafador, al ladrón y al desleal.
Discriminamos al que prefiere los privilegios a las obligaciones.
Discriminamos a todo aquel que se abusa de los más débiles.
Discriminamos a la corrupción, pública, privada, militar, policial, militar y religiosa.

Discriminar no es una mala palabra, es una manera de separar la lacra de la sociedad, de los que luchan , viven y se desviven por un mundo mejor.
No discriminar lo malo sería no premiar lo bueno, sería ser indiferentes, y de ser así, tendríamos que aceptar que la vida no vale nada, que todo da igual, que es lo mismo un asesino a una madre pariendo, que es lo mismo el que siembra el odio al que da amor.

Moraleja: “ la basura por más alto que suba; siempre será basura”

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