domingo, 23 de diciembre de 2007

Mi pequño angel dormido

“Mi pequeño ángel dormido / que al desplegar tus alitas / rumbo al cielo marchaste / a buscar en blancas nubes/ la casita celestial y a Dios / de amor llenaste el espacio / que en la tierra perfumabas / ya no se escucha tu risa / tú alma y tu cuerpo no están”...terriblemente triste, doloroso, angustiosamente doloroso, incomprensible, todo eso y mucho más siente un hombre cuando pierde un hijo de tan solo un año y cuatro meses de vida y se agraba el cuadro teniendo en cuenta que su desaparición física, fue trágica, que un automóvil atropello su cuerpito indefenso y termino con su vida de angelito. Nada es peor en ésta vida, caso como éste que se da uno de en un millón, destruye todo, la familia queda aturdida y cuesta mucho tiempo salir de esa desgarrante situación. La noches son interminables, el insomnio es una constante y en los primeros seis meses del accidente uno se mueve como un zombi. La madre sufre horrores, el padre se hace el fuerte, pero después por los rincones derrama sus contenidas lágrimas. No importa aquí quien lo debió cuidar o no, estamos analizando el hecho concreto, porque fue un accidente. ¿ como habrá quedado el hombre que lo atropelló?, decían ¿ y el padre?, que desgracia ¿cómo habrá quedado la señora de quien atropelló al bebé? , ¿ y la madre del bebé?, pues ella sí que sufrió lo indecible, pero sacó coraje con su s apenas 22 años, y volvió a quedar embarazada para traer otro hijo al mundo. Los dos lo deseaban con fervor. Nació Una nena, todo un Sol y volvió la alegría . Pero íntimamente las noches seguirán siendo interminables, porque la pérdida de un hijo es un golpe terminal, durísimo. “Mi pequeño ángel dormido /que rumbo al cielo marchaste...”

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